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Reminiscencias / por Marinin Torregrosa Sánchez
Quiero saltar el charco
con zapatos de domingo,
volver al sueño de niño,
los días lluviosos de ayer,
cuneta abajo correr
arrastrados como río
los barquitos de papel,
y los amoríos míos
en mi barriada Carmen
con nombre de mujer.
Hacer camino descalza,
volver al cañaveral,
retando a la amenaza,
pedalear mi bicicleta,
a la playa solaz del Arenal.
Escaparme del deber,
nadar en el lago Sabater,
robar caña al vagón del tren
en mi barriada La Carmen
con nombre de mujer.
Caminar a la escuela.
Llenar los pulmones
con aromas de pan sobao,
del arroz y habichuela,
del humeante cafe colao.
Las vecinas en habladuría
escuchar la buena tertulia
en la concurrida panadería
de mi barriada Carmen
con nombre de mujer.
Quiero volverte a encontrar
en la Plaza del Mercado
dando pasitos pa’l lado
en una rumba sabrosa.
Volver a mi gente abrazar,
escuchar a los soneros,
ver como…
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Ellos
Un adelanto de Lo que las hadas no cuentan, mi nueva publicación. En la voz del poeta Lionel Alejandro Santiago Vega el cuento Ellos.
Veintiocho cuentos que te harán recordar a alguien, cosas que suceden a diario, no para juzgar, mas bien para reflexionar. Todavía estás a tiempo de adquirirlo conmigo (marinin.torregrosa@gmail.com), o en amazon.com.
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Del verbo descorchar
Se descorchó la primera botella
entre tímidas y elocuentes miradas.
El brindis quedó marcado
con las copas quebradas
por la torpeza de la prisa.
La huella a tinto,
mordió a la uva…
Y uno a uno
se descorcharon
los momentos.
En el resplandor del cristal
se alcanzan las estrellas,
pero están rotas las copas
y el cielo se ha bebido el vino,
el más oscuro.
La luna acabo con el dorado
burbujeante…
mientras vuelven
a descorchar los botones
de una blusa
entre las manos hábiles
del deseo.
©Marinín Torregrosa Sánchez, 3 de septiembre de 2017.
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Un día menos
Otro domingo
como pétalo de flor mustia
que se cae.
Otra hoja del calendario
que se arranca
en la esperanza de mañana.
Una semana
que se desliza por la pendiente,
veloz, con la prisa de llenar manos,
bolsillos, espacios, vida.
Otro lunes más,
que se acomoda al orden que dejó atrás.
Esquemático. Reflexivo.
De listados y etiquetas organizadas.
Arrepentimientos tempranos,
justificados.
Llega el martes
con la cita pendiente.
Crucificamos la agenda,
reubicamos momentos para un futuro cercano.
Elegimos, prioridad y posponer.
Gotitas de lluvia en los ojos.
Pañuelo de resignación.
Llega miércoles
dando la espalda, justo a mitad,
entre incertidumbre brumosa,
entre tachaduras crueles
sobre un paisaje numérico.
Minutos, horas, días… meses.
Sopla el viento. Se altera el orden.
Se desnuda el árbol de posibilidades.
Es casi otoño…
Avanza el jueves,
amasando los anhelos.
Su encasillado en el calendario de pared
está imperceptiblemente marcado
con el signo infinito y un corazón pintado.
Es la marca clandestina de cotejo.
El fuego consume al día.
Las horas tiemblan en la memoria.
No llega.
Otro viernes
madurado con los días pasados.
Horas fermentadas de pasión,
servida la copa, derramado el vino
sobre las hojas incoloras y secas del calendario.
Inconciencia.
Calma luego de la tormenta.
Pero se queda.
Otro sábado más,
carnaval de expectativas, enmascaradas,
porque sabemos que igual termina,
que nada es para siempre.
Engalanados, hasta el toque final.
La noche se ha puesto diamantes
y la luna escarlatina va luciendo su hermosura.
Otra gota que se escapa del cielo,
se escurre, abre surcos en el alma
al tiempo que se esfuma…
Papiro nuevo en blanco.
Es domingo otra vez y ya no me afano.
©Marinín Torregrosa Sánchez, 8/3/2020 12:30 AM
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La tercera invasión
Un estallido me levantó de la cama. Gritos, ráfagas de explosiones que se sentían cada vez más cerca. Me asomé temerosa por la ventana de la sala y vi como los vecinos estaban todos afuera de sus casas, la muchachería de la barriada corría de un lado de la calle a otro. Una ola de humo se levantaba por encima de los techos de las casas frente a la mía. Se escuchaban gritos, incomprensibles, no podía entender lo que decían, ni de que se trataba aquel revolú. Decidida, agarré el machete que heredé de Moncho y me dispuse a salir con la osadía que el susto entre cuero y carne me impulsaba.
-¡Nos salvaron! Nos rescataron! ¡A la victoria! ¡Somos libres!
¡¿Libres!? ¡Salvos! Solté el machete, abrí el portón y corrí a unirme a la celebración. Me abracé a la vecino que no soporto, al viejo ligón, a la bochinchera bruja y al que me madruga con los ruidos del martillo y la máquina de podar la grama. Bailé con el nene jodón que tira piedras, jugué con cuanto perro sarnoso me ladraba y le besé las manos al que me había gritado hija de la gran puta… Por fin, ¡libres!
Del lado sur de la calle se acercaban camiones, una procesión de soldados y por altavoz un tipo con cabello anaranjado subido a una «tumba coco» gritaba: «EL que habita al abrigo del Altísimo, morará bajo la sombra del Omnipotente».
Alcancé un rollo de papel toalla y me encerré en mi casa a llorar.
©Marinín Torregrosa Sánchez, 10 de agosto de 2020.
Nota aclaratoria: Esto es un cuento. Los hechos no son ciertos, lo único verídico es que poseo y heredé el machete. Lo que digo de mis vecinos es parte de la ficción. Mis respetos a todos.
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Versos oscuros
Despierta.
Siento que allá afuera
hay una noche hambrienta
que no quiere dejar de ser.
Se alarga, se adueña,
una niebla densa y fría
que no deja pasar luz,
que no camina al amanecer.
Silencio.
No hay perro que ladre,
ni viento que acompañe
los alaridos funestos
ahogados en cuatro paredes.
Las plegarias
se han pegado al techo.
Los sueños
giran en las aspas
de un abanico
sorteando su destino.
Aire.
Asfixia tanto conocimiento.
Libertad
para este pecho contraído,
ansias de que escape
una bocanada de aire puro,
muerta antes de nacer.
Miedo.
Se van bordando versos
en cadillos que muerden,
dolamas punzantes.
Sombra inmóvil,
en espejos quebrados.
El suelo gime a latidos…
tiembla.
Se comulga
entre apóstoles corruptos…
pandemia.
Voces confusas me habitan.
Estos versos oscuros,
en tinieblas,
desvelos
de la vida a ciegas,
son las caras que ya no veré,
si es que
despierto mañana, tal vez.
©Marinín Torregrosa Sánchez, 9 de abril de 2020.
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Desvelo
Larga noche,
pasos lentos,
pesada incertidumbre,
ligera memoria,
abortados deseos.
Larga noche,
hambre de ansias,
fastidio acostumbrado,
los «no resueltos»,
las horas sin cadencia.
Larga noche,
de ausencias presentes,
de presencias ausentes.
Caricia siniestra,
tentaciones abiertas.
Larga noche…
¿Hacia dónde me llevas
seducida en tu tiempo?
¿Por qué te detienes
e interrumpes mi sueño?
Larga noche,
mi viejo desvelo,
dime si a él
también
le robas el sueño.
©Marinín Torregrosa Sánchez, 5 de julio de 2020.
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AHÍ ESTÁS
Siempre estás…
En el hueco de la noche,
en el caminar lento de unas manecillas,
en las gotas tristes de una lluvia
en el frío debajo de la cobija.
En la ventana donde cuelga la esperanza
de una mirada tibia de anhelos y cuitas.
Sí, siempre estás…
En los dedos ansiosos de un camino
en la sed de los besos
del porqué escondidos,
en el mueble incómodo que se allana al deseo
de dos seres que ya no tienen tiempo.
En dos tazas de café que conversan sin cansarse,
en la tele encendida hasta que vaya del aire.
Estas, siempre estas
en todos los días y noches que camino sola,
en los mares que navego y en los cielos
sin nadie que cuide mi vuelo,
sin que a nadie le importe
el porqué de mi silencio.
Ahí estás.
®Sentimientos Revueltos
©Marinín Torregrosa Sánchez, 14 de agosto de 2015.
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Compañero Mío
Su mirada y mi alma
tienen un mismo lenguaje.
Como lluvia temprana
refresca mi faena
e ilumina la estancia
con su natural presencia.
Es el que descubre mi llanto
y lo convierte en risa,
el que baila conmigo tanto
y despierta al café sonreído.
Mientras otro lo critica
por su carácter sombrío,
yo solo veo al picarón
que me roba el beso dormido,
al apuesto compañero mío.
Al romántico
que sube al techo
para mirar a la luna,
que le gusta mojarse
bajo la lluvia,
que disfruta las crecidas del río macho
asido a mi cintura,
en un viejo balcón
de maderas en ruinas.
Perfumado de verde mojado
y de tierra bendita.
El que en madrugadas me declama
y en mi desvelo
se transforma en poesía.
Ese de paso ligero,
incansable amante
hacedor de piezas para engranar soluciones.
Cómplice y libertador de soledades.
Ingenioso burlador de la vida
que escapó al metrónomo
porque su música trasciende al tiempo
y afirma que el compás
no es su dueño.
Con él soy yo y no otra,
no hay que ser diferente
en nuestra fórmula loca.
Enlazados, hasta que Dios nos quite.
¿Dónde ha ido su cabello?
¿A dónde fue mi brillo?
De todo eso nos reímos
y solo sé que es mi motivo
el dulce tormento,
amado compañero mío.
©Marinín Torregrosa Sánchez, 9 de octubre de 2015.
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